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Camino de Santiago desde Madrid

Primera jornada: Puerta de mi casa hasta estación de Tres Cantos

Primera jornada: Puerta de mi casa hasta estación de Tres Cantos

Puerta de mi casa hasta estación de Tres Cantos  

 El despertador empezó a sonar a las 6 y 20 de la mañana del día 26 de enero del año 2002. Mi cuerpo se resistía a salir de entre las sábanas, toda la semana levantándome a esta hora maldita y hoy otra vez. Estos pensamientos duraron un momento, enseguida caí en que hoy era el día en él que comenzaba mi Camino. Me levanté, me aseé y enseguida estuve preparado con los bártulos. Mientras tomaba un vaso de leche, medité el recorrido a seguir, decidiendo alcanzar Atocha y desde ahí seguir el Paseo del Prado y la Castellana hasta Plaza Castilla. La guía aconsejaba iniciar el camino en la iglesia de Santiago, pero a mí no me apetecía coger el autobús y el metro para acercarme hasta ahí, y luego comenzar el paseo, prefería iniciarlo directamente y no desviarme. Esta tarde ya me acercaría a realizar la visita oportuna al Santo, cosa que me parecía una obligación al iniciar el Camino que lleva su nombre y ponerme bajo la advocación. 

A las 7 horas y 7 minutos comencé el Camino subiendo la calle Méndez Álvaro con unas calles medio vacías. Era de noche y la niebla lo cubría todo. No hacía frío pero sí bastante humedad. Los primeros pasos se hicieron pesados al ser de noche. En un cuarto de hora me encontraba en Atocha, Glorieta de Carlos V, he inicié el recorrido por el Paseo del Prado, el Paseo de Recoletos y por fin por el Paseo de la Castellana. Pasé por las plazas de Neptuno, Cibeles y Colón. En una hora me encontraba en la Plaza de Colón y todavía era de noche, en este recorrido me encontré con gente que volvía de la juerga nocturna del viernes.  

En la siguiente hora continué por el Paseo de la Castellana recorriendo la Plaza de Emilio Castelar, Nuevos Ministerios, el estadio Santiago Bernabeu y por fin la plaza de Castilla con sus dos enormes torres inclinadas formando la llamada Puerta de Europa. Eran las nueve menos cuarto cuando decidí entrar en un bar a tomar un café y un croissant, y a evacuar aguas menores. Desde que había salido de casa todo el recorrido aunque de una forma suave tiende hacia arriba. El desayuno que tomé de pie duró apenas 15 minutos pero me devolvió el optimismo. 

Nada más salir del bar llegue a  Plaza Castilla, donde vi a bastante gente preparada para ir al campo, llevaban mochilas con palos extensibles y caras de optimismo. Pensé que ellos todavía no habían comenzado el paseo y yo ya llevaba 2 horas andando. Ellos esperaban reunirse para marchar a la estación de Chamartín y desde allí coger el Cercanías que va a la sierra. 

Enseguida note que el recorrido empezaba a llanear. Todo el recorrido hasta aquí había ido por el lado derecho según se sube a Plaza Castilla, pasada la plaza crucé al otro lado pues según la guía había que pasar por la calle anterior al Hospital de la Paz. Rápidamente alcancé la Ciudad Deportiva del Real Madrid y, ¡sorpresa! La primera flecha amarilla. Esta está pintada en el muro de piedra de la Ciudad Deportiva. Mi ánimo se levantó al confirmar que estaba en el buen camino. La flecha es un acompañante constante que da seguridad, cuando se lleva un rato sin encontrarla se duda y se intranquiliza el caminante. 

Nada más terminar la Ciudad Deportiva torcí a la izquierda por la Calle Arzobispo Morcillo, di la vuelta por detrás y mantuve a mi derecha el Hospital de la Paz. Cuando terminé la calle Pedro Rico me esperaba el puente de la Colonia Begoña que pasa sobre la autovía de Colmenar Viejo. Las flechas amarillas te llevan por el camino correcto. Después del puente por la calle San Mateo alcanzamos el otro gran Hospital del recorrido de hoy, el Sanatorio Ramón y Cajal. Avancé manteniendo a la derecha las Urgencias y posteriormente el edificio de Consultas Externas. Este recorrido te lleva entre el Hospital y la Autovía de Colmenar. Con estas en cinco minutos llegué a la avenida del Cardenal Herrera Oria, la atravesé al lado de la fábrica de Clesa. Las flechas te llevan por entre las casas del Poblado Dirigido de Fuencarral y unas pantallas acústicas que aíslan del ruido del ferrocarril y de los coches. Son trescientos metros no demasiado agradables. 

La ruta continua por la calle Caldas de Estrach hasta las pistas de la Federación de Tenis de Madrid, al final de las instalaciones y tras subir un pequeño terraplén llegué al Paseo de las Alamedillas y por el paseo central de un parque al puente que permite cruzar la Autovía. En este punto llevaba tres horas de paseo y se puede considerar que finaliza la ciudad de Madrid. Crucé el puente, que tiene un intenso tráfico, y por la carretera que lleva al Pardo me dirigí a las tapias del Cementerio de Fuencarral. Todo este trozo se realiza por  las obras de urbanización del Pau “Monte Carmelo”. Ya están muy avanzadas y  se va todo el rato por aceras. Esta urbanización en poco tiempo (tres o cuatro años) se convertirá en una barriada de más de 25.000 personas, es enorme el terreno urbanizado, de momento están introduciendo las canalizaciones y realizando las parcelaciones y asfaltados. 

Seguí la tapia del Cementerio y cuando debía girar a la izquierda para ir a parar a un puente que pasa por debajo de la M-40 y de la vía férrea, encontré que el camino era un barrizal increíble formado por los camiones de hormigón. Esta zona la emplean para ir al lugar donde realizan la masa de cemento y arena. Intenté meterme pero el barro llegó a media bota, así que un poco cabreado decidí continuar por la zona urbanizada y luego retroceder por un sitio mejor. Llegué hasta una plazoleta de giro de coches donde terminaban las tierras removidas y por un terreno con vegetación alcance rápidamente un camino que se dirigía a las vías del tren. 

En este camino encontré un pobre galgo al que se le podía distinguir todo el costillar. Me miró con cara asustada. Es una pena la falta de corazón de la gente al abandonar a estos animales. 

Alcancé enseguida otro camino que iba paralelo a las vías férreas, vi un puente de piedra a la derecha, al cual me acerque intentando buscar las flechas amarillas. Al no localizarlas retrocedí y continué por el camino paralelo a las vías en dirección al Cementerio. Pasé otro puente pero continué hasta el túnel que pasa por debajo de las vías del tren y de la M-40. La vuelta que di me había hecho perder media hora. Continué de frente por un camino que me creaba alguna duda pues no distinguía las flechas, desde este punto las flechas son más escasas al no haber muchos sitios donde ubicarlas. Un poco más adelante me equivoque en una bifurcación, me fui a la izquierda cuando el camino bueno es a la derecha.  Enseguida recuperé el camino bueno. La ruta es una ascensión suave de varios kilómetros hasta que se alcanza la valla del Pardo. Se está rodeado de viñedos y de alguna finca vallada. Es un cambio muy brusco el contraste de estar rodeado de coches y de edificios a estar en un paisaje de suaves lomas solitarias. 

El tiempo continuaba nublado, y sin perspectivas de salir el sol, y me encontraba bien físicamente. Mi cabeza fantaseaba al tiempo que buscaba las flechas amarillas. 

Al poco rato encontré la valla del Pardo la cual hay que tenerla constantemente a nuestra mano izquierda y no abandonarla hasta el Goloso. Enseguida el camino te encajona entre la valla y las vías del tren durante varios kilómetros. A mitad de este recorrido hay un puente que atraviesa las vías, el cual hay que evitar (no sé por qué pero como la guía lo dice yo lo repito aquí). Después se llega a una explanada donde hay una puerta cerrada que da acceso al monte del Pardo y desde donde se divisa ya el apeadero del Goloso. La vía se lleva en este momento a la izquierda. 

En el apeadero del Goloso busque la máquina de refresco que indicaba la guía pero fue imposible encontrarla así como tampoco a persona alguna. Eran las 12 menos cuarto cuando llegué y decidí hacer el segundo descanso del día sentado en uno de los bancos de la estación. Me tomé uno de los bocatines que llevaba junto con un buen trago de agua. Apenas estuve 20 minutos sentado. En ese tiempo llego un tren del que bajaron tres muchachos, dos que iban Canto Blanco y uno que se dirigía andando al Pardo, este me preguntó el recorrido y le indique el camino contrario al que yo había llevado. Desde aquí sólo hay 12 kilómetros al Pardo, un paseo que debe ser muy agradable al transcurrir entre encinas, yo había hecho un tercio del mismo cuando caminé entre la vía férrea y la valla. 

Desde aquí se sigue el camino entre la vía férrea y la autovía. En bastantes tramos coinciden con el nuevo carril de sólo bicicletas. Se pueden ir observando las señalizaciones de la carretera, primero la salida del Cementerio, luego la salida Norte, después la salida Centro y por fin la salida Sur. En total son unos seis kilómetros animados por los ciclistas. Únicamente el tramo desde la salida Norte hasta la salida Sur que se hace por carretera molesta un poco a los pies.  A estas alturas las fuerzas ya van bastante justas y los pies empiezan a doler. 

Desde la salida Sur se ven las instalaciones de Siemens y el tren de cercanías al otro lado de la autovía. Al tren se accede a través de un puente de peatones que va a dar en la parte trasera de la estación a la que hay que acceder pasando por debajo de las vías doscientos metros más abajo. Allí cogí el billete para Atocha

Los números del día son los siguientes: -        

 Fecha  .- 26 de enero del 2002.-        

 Pasos.- 36.811.-        

 Kilómetros.- 25,768. -        

Como resumen puedo decir que es un paseo variado al transcurrir durante 8 kilómetros por las calles principales de Madrid, durante 4 kilómetros por una barriada de Madrid y durante el resto por suaves lomas de tierras calizas dedicadas a la agricultura y a la ganadería con algunos encinares. A las 14:30 ya me encontraba en casa de nuevo. Cansado pero satisfecho por lo realizado. Una buena comida, una ducha y una buena siesta me recompusieron para acercarme a las 19:30 a la Iglesia de Santiago y así cumplir con la promesa de inicio de peregrinación.
 

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