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Camino de Santiago desde Madrid

Camino de Santiago

Quinta jornada: Inicio del camino continuo. (5-6-2004)

Quinta jornada: Inicio del camino continuo. (5-6-2004)

 Quinta jornada: Inicio del camino continuo. (5-6-2004)

Hasta aquí el recorrido siempre había acabado volviendo a Madrid, pero desde aquí se dió continuidad al camino. La mochila sería mi compañera de viaje. Me levanté a las 6 de la mañana y después de cerrar la casa y repasar todo el equipaje, emprendí la marcha que me hará llegar a Santiago 21 días después.

Llegue a la estación de Atocha y fui hasta Cercedilla punto de inicio de este nuevo camino. Se que esta jornada es repetición de la Cuarta etapa, pero quería que el inicio se realizara desde la provincia de madrid. El recorrido ya le he contado en la anterior entrega pero puedo asegurar que las sensaciones fueron diferente, en este sabía que no había retorno y la mochila cargada me hacía soñar con lo que sería el caminar. 

El primer sello me lo pusieron en la estación de RENFE de Cercedilla y el Jefe de la estación me miró con extrañeza. No podía concebir que alguien le pidiera un sello para poner en una cartulina. Este es bastante feo pero para mi representaba el primero de un largo recorrido.

   Esta etapa repetida para mi representa muchísimo, pues une dos de mis aficiones, caminar por la montaña y el Camino de Santiago.

   La subida al Puerto de la Fuenfría representa la mayor altura de los caminos de Santiago (1790 metros) con un desnivel de 700 metros en menos de dos horas de paseo.

   Poco a poco fui caminando hacia el fondo del valle de la Fuenfría con paso firme y con los ojos mirando un paisaje harto conocido. Las tres fases de la subida con pequeños descansos fueron para mi un continuo pensar en mi vida y en las innumerables veces que lo había recorrido, aun así me parecía distinto. La perspectiva actual era diferente, no era montañero sino peregrino. Esto significa que lo importante es el destino y estar alerta a las expectativas que te da el Camino. Siempre te acechan inseguridades sobre las posibilidades físicas y psíquicas.

   Cuando llegue al puerto volví la vista atrás para despedirme de mi tierra. Rodeado de montañas emprendí la bajada por la calzada romana hasta la Fuente de la Reina donde paré a tomar el bocadillo.

   Durante todo el recorrido me cruce con montañeros que me miraban extrañados por mi mochila y la viera que llevaba colgada.

   En un punto de determinado de la bajada, junto a un bunker, aparece la ciudad de Segovia y la llanura castellana, parece inmensa y en los próximos días la iré atravesando paso a paso. Me parecía imposible que pudiera conseguirlo y me llenaba la cabeza de dudas.

   En la fuente de San Pedro volví a parar, era la 1 del mediodía y sabía que solamente me quedaban dos horas para llegar al final de la etapa. Desde aquí hasta Segovia apenas había sombras y el calor apretaba.

   Poco a poco y con un cierto cansancio, se notaba el peso de la mochila aunque apenas pesaba ocho quilos, fui llegando primero al puente que atraviesa las vías del AVE y después al túnel que atraviesa la circunvalación segoviana.

   A las 4 de la tarde llegue a la puerta de Madrid y poco después al Acueducto. En seguida me aposente en el hotel las Sirenas y tras una ducha reparadora me lance a recorrer esta histórica ciudad.

   Mis pasos me llevaron a la magnífica iglesia de la Vera Cruz. Esta depende de la Orden de Malta y es posible visitarla sin ningún precio para los peregrinos. Esta iglesia fue construida en el siglo XIII por la Orden del santo Sepulcro y su estructura rememora magníficamente las iglesias octogonales de Eunate y de Torres del Río. Dentro de ellas el peregrino siente una paz interior difícil de narrar. Se nota que la energía fluye por su muros.

   También visite la Catedral y el Alcázar. Por cierto las vistas desde este último nos muestran el paseo del día siguiente.

  Tras una cena en un restaurante del centro, marche a la cama para recuperar las energías perdidas y reponerlas para una etapa larga y desconocida.  

Cuarta jornada: Estación de Cercedilla Estación de Segovia

Cuarta jornada: Estación de Cercedilla Estación de Segovia

 Cuarta jornada: Estación de Cercedilla Estación de Segovia

El madrugón fue impresionante (6:00 horas), además la noche fue terrible pues la obsesión de la etapa me impidió dormir más de 5 horas. Enseguida me vestí y preparé los bártulos de la mochila. En la calle hacía fresco pero se aguantaba bien, eran las 6:20. Realicé mi primer kilómetro, que no cuenta en la marcha, hasta la estación. Debería incluir tanto este kilómetro inicial como el kilómetro de vuelta por la tarde, ambos son realizados por la misma persona y el mismo día. 

 

A las 6:35 llegué a la estación y lo primero que hice fue tomarme un café y un bollo Me cobraron 2,50 euros, una pasada de tres pueblos, cuando normalmente me cobran en cualquier bar 1,50, alguien tendría que tomar cartas en el asunto. A las 6:45 cogía el billete para Cercedilla y a las 7:05 subí al tren en la vía 2. El viaje lo realice soñoliento pero sin ninguna incidencia. Cuando amaneció se pudo ver la sierra con las nubes pegadas y el cielo despejado. En la estación de Atocha la temperatura era de 14 grados centígrados, en Chamartín era de 10 grados, en Collado Mediano bajó a 0 grados y en Cercedilla marcaba –1 grado. El fresco era notorio. 

 

A las 8:23 minutos llegaba a la estación de Cercedilla. En este punto me abrigué e inicialice el podómetro. Aunque había pensado subir por los puntos rojos decidí seguir la ruta marcada. Esta, pese a lo que dice la guía, va directa por la carretera de las Dehesas. Las flechas en la realidad siguen un ruta mucho más recta que la que dice la guía, que da una serie de revueltas por el pueblo totalmente incoherentes para alguien que va a estar siete horas andando. En esta carretera ha montado un arcén, primero adoquinado y después de tierra la mar de aparente para el peregrino. Al Centro de Información de la Fuenfría, dos kilómetros y pico desde la salida, llegué a las 9 horas y al bar Cirilo a las 9:15.  

 

El frío se hacía sentir pero yo iba sudando sin exceso, y prefería esto a quedarme helado. Estaba ilusionado pues recorría un camino conocido y sabía lo que podía esperar. Desde la estación hasta el Alto todo es subida, primero suavemente y después ya bastante brusca. En el camino siempre prefiero que las subidas estén al principio, para poderme relajar el resto del día. 

 

A las 9:25 llegué al puente de los Descalzos, primer puente romano del día. Se encuentra en plena calzada romana y marca el inicio del primer gran repecho que nos lleva al Albergue de Peñalara en la Pradera de los Corralillos. A este punto llegué a las 9:35. Son 10 minutos entre las piedras del camino romano que unía Titulcia con Simancas, que se correspondía con la vía XXIV del Itinerareo de Antonino, en este breve recorrido se nota que el Camino ha llegado a la montaña. Desde la pradera se continua de frente subiendo por la calzada, el camino es muy incómodo por la multitud de piedras sueltas, es aconsejable ir por el borde que tiene un sendero que las evita en gran parte del mismo. En veinte minutos más (9:55) llegué al segundo puente romano que marca un pequeño descanso en la  subida asfixiante. No significa que se llanee simplemente que la cuesta se civiliza y permite reposar durante unos momentos. De todas forma este descanso apenas dura trescientos metros, y después de una curva en subida a la izquierda el camino se vuelve otra vez en pendiente recia hasta el mismo puerto. A las 10:15 conseguí llegar al punto más alto del recorrido (1796 metros). Desde este lugar se observan las dos vertientes de la sierra de Guadarrama. Este puerto está entre el Cerro Minguete y el Cerro Ventoso. El paisaje es impresionante. A mí me parecía todavía más al alcanzar un lugar muy conocido y ser el inicio de la parte desconocida del recorrido. El Alto también es el límite entre las provincias de Madrid y Segovia y por lo tanto el primer gran hito en el Camino de Santiago de Madrid. 

En el Centro de Información una de las veces que miré hacia atrás ví a un caminante a unos cien metros, este subió por la carretera del Hospital de la Fuenfría y llegó a la vez que yo al Albergue y en lo alto me saco unos ciento cincuenta metros. En toda la subida fue mi punto de referencia. A mí en las subidas no me gusta parar y si veo que me agobio prefiero bajar el ritmo hasta que puedo respirar. 

El sol brillaba en el lado de Madrid y en el alto. El día era magnífico. Apenas estuve un momento para echar una mirada atrás y continuar. El camino sigue por una camino cerrado por una valla. Entre pinos y por un camino perfectamente marcado continua durante dos kilómetros hasta una explanada. Durante este pequeño tramo hice una breve parada para fotografiar el monte de Peñalara en un día tremendamente claro. En la explanada me junté y charlé un momento con el caminante que  me precedía. Este se había parado a tomar el bocadillo. Se dirigía a Valsaín donde había quedado con su mujer y sus hijos. Él salía temprano, paseaba y luego quedaba en un lugar prefijado con la familia. La parada no llegó ni a los cinco minutos. Me encontraba fuerte y prefería dar un buen tirón antes de la parada. 

El recorrido continua sin posible pérdida por un camino ancho entre pinos. Aproveché para comerme la bolsa de panchitos. En cosa de un kilómetro se llega a una explanada que se junta con una carretera llamada Fuente de la Reina. En esta se encuentran los troncos de los árboles cortados. Es necesario decir que los pueblos de los alrededores explotan la madera de estos bosques, lo que los mantiene limpios. Desde aquí el camino se convierte en carretera. En este punto encontré a dos matrimonios que estaban dando un paseo hasta Valsaín. Primero los seguí de lejos durante 20 minutos y luego los alcancé y comenzamos una agradable charla hasta las 12:30 que me desvié. Fue hora y cuarto de paseo en compañía. Me contaron que ellos también habían realizado el Camino de Santiago. 

Esta hora y media la realicé entre bosques, las flechas amarillas aunque distanciadas lo van marcando perfectamente. Es un paseo desde el alto hasta el desvío de Valsaín tremendamente agradable, siempre hacia abajo pero muy suave. Es destacable el pantano que se ve a la izquierda y que da de beber a Segovia, y el aire puro de los pinos en la parte alta y de los robles un poco más abajo. 

Tras dejar un búnker a la izquierda comienza un ligero descenso por la ladera de una loma, que nos lleva por medio de una finca ganadera. En este punto es posible ver ya las torres de la catedral segoviana y el camino que lleva suavemente hasta ellas. En estas praderas me senté en una piedra para dar cuenta del bocata y de un buen trago de líquido (13:05). El tiempo había cambiado y estaba nublado, en los quince minutos que permanecí comiendo me quedé helado. Así decidí continuar y dar por terminado el descanso. 

Al poco se sale de la finca ganadera, se alcanzan unas ruinas y poco después se cruza una carretera. Siguiendo las flechas, llegué a la fuente de San Pedro. Aquí las flechas amarillas se juntan a una especie de letra A mayúscula de color amarillo que posteriormente haría que perdiera las flechas. El camino se convierte en vía pecuaria, sin posible pérdida pues va encajonado entre dos vallas, el camino se le llama de los “Tanques” pues es utilizado para las maniobras que los mismos realizan periódicamente. En este camino estaba a las 13:45.  

La pérdida del día se produjo en el punto en que la vereda se terminó, había una valla a la derecha que marcaba la letra A amarilla y una flecha que marcaba a la derecha y otra de frente. Estuve intentando observar si de frente observaba otra pero no pude. Delante tenía la carretera de circunvalación y podía ver tres pasos subterráneos, el más a la izquierda coincidía con el camino que seguía el del centro que me dirigía la letra A y la falsa flecha y otro más a la derecha. En vez de seguir de frente hacia la catedral y olvidarme de las señales, giré a la derecha buscando flechas que no encontré, siempre tengo que realizar alguna patochada que me haga andar un trozo más, y me dirigí directamente hacia el segundo paso y posteriormente directamente a una urbanización de adosados. A las 14:35 entraba en las calles de Segovia al lado de un edificio nuevo que decía ser una Escuela de Música, o algo así. Las casas eran adosados muy nuevos. Como no encontré a nadie a quien preguntar continué andando hasta que encontré un bar donde entré a preguntar por la estación, me indicaron que continuara hasta una plazoleta y que luego girara a la izquierda hasta una segunda plaza que debía girar a la derecha y que no había más de dos kilómetros.  

Pasé por las dos plazoletas, en la segunda había una cuartel a la izquierda y continué a la derecha. Desde aquí es posible ver un arco, denominado puerta de Madrid. Este arco fue mi guía. Ahí se encuentra un cuartel de la Guardia Civil, en el que pregunté por la Estación indicándome que se encontraba a la izquierda del arco. En la estación compré el billete a Madrid (4,90 euros) y eran las 15:30 horas. Conseguí billete para las 16:50. Aquí mire el podómetro que marcaba 27,82 Km y 39.749 pasos. Cosa que me sorprendió pues la guía indicaba 31 Km 

La hora y veinte minutos la aproveche para tomarme un café. 

La vuelta fue terrible, en Cercedilla se llenó el tren de niños ruidosos y descontrolados, cuando a mí me apetecía tranquilidad. A las 18:55 llegaba a Atocha y a las 19:10 a casa, donde me esperaba una buena ducha y una cena apetitosa. A las 22:10 me iba a la cama con las piernas cansadas y el espíritu satisfecho por un reto superado.   

Los números del día son los siguientes: 

-         Fecha  .- 16 de febrero del 2002.

-         Salida en tren por la mañana.- 7 :03 desde Estación de Atocha llegada 8:23.

-         Pasos.- 39.749.

-         Kilómetros.- 27,824.

-         Hora de salida.- 8:30.

-         Hora de llegada.- 15:30.

-         Tiempo total.- 7:00 horas.

-         Salida en tren por la tarde.- 16:50 desde la Estación de Segovia llegada 18:50 Estación de Atocha.  

Tercera jornada. Plaza de Manzanares El Real a Estación de Cercedilla

Tercera jornada. Plaza de Manzanares El Real a Estación de Cercedilla

 Tercera jornada. Plaza de Manzanares El Real a Estación de Cercedilla

Esta mañana ha sido deseada durante toda la semana, con la esperanza que un día tan fantástico como él del sábado pasado se repita el próximo, y me deje caminar. La semana ha sido tremendamente dura, la presión me rodea. El trabajo ha llegado a obsesionarme cosa que no me pasaba desde hacía mucho tiempo. Antes había periodos de presión y periodos de relax, pero ahora todo es presión ascendente. Noto que hay momentos en que mi carácter está cambiando. Los dos últimos lunes, después de haber caminado, me encuentro lleno de energía y con ganas de emprender la tarea. Según va pasando la semana las energías van desapareciendo y aumentan las ganas de que llegue el sábado para emprender la marcha. 

Pensaba realizar estas primeras cuatro etapas a lo largo de dos meses, pero creo que las voy a realizar en menos de uno. Además las ansias de relax me llevan a pensar en emprender nuevas aventuras. El ejercicio y la naturaleza me hacen olvidar la presión laboral.  

Esta semana es posible enrollarme en pensamientos y ansias de los días previos, la etapa es tan corta que lo permite. Además, estos escritos son solo el diario de un peregrino, y como tal debe estar lleno tanto de las cosas que nos vamos a encontrar como de las sensaciones a lo largo de la peregrinación. También es cierto que esta peregrinación es un poco peculiar, por no tener una continuación diaria. Esta periodicidad semanal incluye los días laborales, que en el fondo son días de preparación para la etapa del sábado, y me interesa tanto la parte física como la mental. El ser humano es un todo del que no se puede separar lo físico y lo espiritual, por tanto todo lo que sucede desde que se inicio el paso hasta su fin, interesan a este relato. 

Como es habitual se comenzó el día con la música del despertador martilleándome las sienes, en un día que no me tocaba levantarme tan temprano. Eran las 6:45 de la mañana, casi como todos los días. Hoy no he dudado y me he levantado con una cierta decisión, sabía que la etapa era más suave que los días anteriores y que esta tarde la siesta era posible. Después de lavarme y meter en la mochila la cantimplora y una bolsa de frutos secos he salido de casa con ansia de llegar a Plaza Castilla, eran las 7:15. Andando llegué a la calle Delicias donde cogí el bus 45 hasta Atocha, donde a su vez cogí el 27 que me llevaba hasta Plaza Castilla. A las 7:55 me dirigí hacia un bar a tomar un café con leche con porras, es necesario empezar el día con energías. 

Cuando llegué a la cola del autobús este entraba en el andén en ese momento. Aunque había bastante gente no había demasiadas apreturas. Subí y me coloqué en la parte de atrás. Hoy había bastante gente montañera. Me sorprendió un grupo de jubilados que con sus mochilas alborotaban el autobús. No paraban de comentar diversas excursiones, se bajaron en Colmenar Viejo con una alegría envidiable. Se nota que Manzanares el Real es un pueblo montañero por las personas que iban en el autobús y se bajaron en este maravilloso pueblo de la sierra madrileña. 

A las 9:10 entramos en la plaza de Manzanares y sin pensarlo dos veces me dirigí al puente. Crucé el río por el viejo puente. Tuve que retroceder para enlazar con la primera flecha amarilla. Aquí observe a un caminante que había bajado conmigo del autobús, me sacaba unos 100 metros pero seguía la señalización de las flechas. Poco a poco le fui alcanzando y cuando llegué a su nivel le pregunté si estaba siguiendo el Camino. Con un poco de timidez en un primer momento me dijo que había realizado 11 veces el Camino y que hoy quería llegar a Cercedilla. Su nombre es Pepe y se dedica a la enseñanza, es maestro. También pertenece a la Asociación del Camino de Santiago de Madrid. Es una persona de amena charla y la verdad es que me ha hecho más suave el recorrido. Me ha sorprendido que constantemente me decía que íbamos de paseo, cuando la media ha sido parecida a otros días. Me hacía notar que se podían hacer ¡¡fácilmente!! 7 u 8 Km a la hora. Antes de conocerle y de andar juntos, le alcancé sin demasiada complicación; esto me hace pensar que algunos peregrinos son tan fanfarrones como los cazadores y pescadores, estos con sus capturas y aquellos con la velocidad de su paseo.  

Una vez fuera de las calles de Manzanares y tras una cuesta se alcanza la entrada a la Pedriza. El camino bordea la valla del Parque siendo un paseo muy agradable por el arbolado que acompaña al peregrino. La mañana era perfecta para pasear, hacía una temperatura ideal y el cielo estaba despejado y el sol calentaba sin quemar. Increíble este tiempo en el mes de febrero, veremos como viene marzo. 

En cuestión de una hora sin grandes cuestas se alcanza la ermita de San Isidro.  Esta ha sido reformada últimamente. Unas mesas y bancos de piedra han sido instalados en las proximidades para el disfrute de los vecinos de Mataelpino. En el recorrido hay algunas praderas con ganado vacuno. Tuvimos que atravesar una de las fincas entre las vacas, cosa que no me agrada pues aunque mansas se fijan mucho. El camino tiene constantemente al alcance los pedruscos de granito que definen el Parque Natural de la Pedriza. Son increíbles las formas de las piedras horadadas por el viento y el agua a lo largo de miles de años. En este Parque las formaciones de las piedras tienen nombre, así desde el camino es posible distinguir una enorme piedra redondeada, que es utilizada para aprender a escalar, denominada el Yelmo. De frente al camino es posible distinguir montes famosos como el Alto de Guarramillas y la Maliciosa. Estos dos montes con menos nieve que la semana anterior y mucho mas cercanos.   

A la hora y tres cuartos llegamos a Mataelpino, donde realizamos una parada para que Pepe tomara una coca y yo una naranjada. Lo hicimos en un parque infantil con unos bancos de madera que hay a la entrada del pueblo. Nos sorprendió que el parque no tuviera ni una sola papelera, ¿cómo se puede mantener limpio?, ¿cuesta tanto una papelera?. En España los Ayuntamientos pueden invertir un puñado de dinero en un parque infantil tremendamente moderno y no unos pocos cuartos en papeleras.  

El tiempo era espléndido y me quité el chubasquero, ya empezaba a sudar. La parada apenas duró 15 minutos, no llegamos ni a sentarnos. 

Reemprendimos la marcha por una calle empinada que va a parar a la Iglesia de San Sebastián, templo demasiado moderno para mi gusto. Se atraviesa por la plaza del pueblo y se reemprende el camino pegado a la carretera  que va a la urbanización de Vista Real. Esta la rodeamos por la derecha hasta enganchar con la carretera C-607 que une Cerceda con Navacerrada. Se enlaza en una curva antes de una cuesta de medio kilómetro. Una vez superado el repecho se atraviesa la carretera y se entra en Navacerrada por una de sus nuevas urbanizaciones. En la plaza de los Ángeles (Ayuntamiento) hicimos la segunda parada, apenas 5 minutos, para beber el agua fresquísima de su fuente. 

Desde aquí fuimos a coger la calle Abel (por su cuesta podría denominarse de Caín, esto es una broma de Pepe) que nos dirigió hasta el Hotel que está en la desviación del Puerto de Navacerrada. Seguimos durante 100 metros la carretera hasta la Fonda Real por donde atravesamos la carretera y cogimos la que se dirige al embalse de Navacerrada. En media hora de camino fácil se entra en Cercedilla, el cual se atravesó hasta la estación. Eran las 14:00 horas cuando llegué al bar de la estación .

A las 14:35 salió el tren y a las 16:00 llegaba a Atocha.     Los números del día son los siguientes: -

         Fecha  .- 9 de febrero del 2002.-         Pasos.- 30.837.-         Kilómetros.- 21,59.-  

       Tiempo andando.- 4 horas y 50 minutos. Una bonita excursión  que se puede hacer sin demasiado esfuerzo.  

Segunda jornada: Estación de Tres Cantos a Manzanares El Real

Segunda jornada: Estación de Tres Cantos a Manzanares El Real

 Segunda jornada: Estación de Tres Cantos a Manzanares El Real

Eran las 6 de la mañana y el despertador sonaba, al borde de un ataque de nervios encendí la luz, no atreviéndome a apagarle por si me quedaba dormido. Era todavía más temprano que el día anterior (26/01/2002), jamás me acostumbraré. La lógica me decía que tenía que ser así, mientras que me arreglaba, llegaba a la estación y desde esta a Tres Cantos, debía madrugar para poder empezar el paseo temprano, pero mi mente se resistía a despertarse del todo. Esto duró hasta que me acerque al lavabo y el agua fría hizo efecto en mi cara. Tras vestirme y tomar un vaso de leche, preparé la mochila con la cantimplora llena de agua, una lata de foie-gras, una bolsa de panchitos y media barra de pan. Me puse el chubasquero y la mochila y me lance a la calle.

Eran las 6:30 de la mañana (¡Qué gran locura!, creo que esto es un problema de edad).  Subí la calle hasta la estación (1 Km aproximadamente). Hacía fresco pero el cielo estaba despejado y media luna me saludaba. Llegue a las 6:50 a la estación y me dirigí directamente a sacar el billete a Tres Cantos. A la 7:00 de la mañana llegó el tren, con una puntualidad increíble, aunque hay una reputación que los trenes siempre llegan tarde, mi experiencia es que es uno de los medios de transporte más fiable. El tren estaba lleno de trabajadores.Durante el trayecto aproveché para adormilarme pero resistiendo la tentación de caer en los brazos de Morfeo,  por si me pasaba, cosa imposible, la última estación del tren que tomé era justamente mi destino. El tren marcaba 8 grados en Atocha y sólo 2 en Tres Cantos, se notaba el frío mañanero y era necesario abrocharse a conciencia el chubasquero. Era aún de noche cuando llegue a destino, el reloj marcaba las 7:40 horas cuando salía de la estación. Bajé hacia el túnel que permite el paso al otro lado de las vías. 

Pasado el puente giré a la izquierda y comencé la subida para ir a parar a la pasarela que permite cruzar al otro lado de la autovía. Esta subida está en obras y tuve que ir campo a través a buscar la pasarela. Mientras que la cruzaba, el aire de los coches y de la mañana me daba en la cara, y era muy frío. Me abrigué lo mejor posible y aceleré el paso para calentarme con el ejercicio. Enseguida retome la señalización de flechas amarillas, que en este punto gira a la izquierda para ir a buscar las instalaciones de la AT&T, que dejaremos a la derecha del camino. 

El día empezaba a amanecer y se veían los campos llenos de escarcha y la sensación era heladora.  

Hay un par de desvíos que junto con una pérdida de la señalización me hicieron dudar de mi buen camino, pero enseguida llegue al arroyo de la Tejada y vi la señalización de nuevo. Este arroyo me causó el cabreo del día. El arroyo es atravesado en cinco ocasiones durante la primera hora, y mis pies se mojaron en cuatro. Son pasos de hormigón que permiten el fluir del agua y el rodar de vehículos mojándose las ruedas, hay unas piedras de granito para que los peatones pasen. Esto es perfecto, pero teniendo en cuenta la humedad mañanera y del cauce, la distancia entre las piedras, su pequeño tamaño, y por último mi sensación de vértigo, las piedras están colocadas en el borde del hormigón, me obligó a evitarlas y pasar con tres zancadas el arroyo. El agua sólo cubría el empeine pero era suficiente para que los pies se mojaran. En las dos primeras apenas me moje pero el tercero y cuarto paso fue total la mojada. Si las piedras estuvieran más juntas y fueran un poco más anchas se podría pasar sin problemas.

Yo tomé la decisión de mojarme los pies antes de caerme y mojarme entero. Imagino que en verano puede ser un auténtico placer estos pasos pero en febrero y a las 9 de la mañana es una pequeña odisea. 

Aparte de estos incidentes con el arroyo de la Tejada, el entorno es muy bonito, una chopera nos acompaña durante cerca de una hora. Hasta este momento solo hemos bajado 10 minutos y llaneado durante casi una hora, pero desde aquí hasta Colmenar todo será subir. Una vez pasado por última vez el arroyo me sorprendió ver una piedra con un azulejo con la concha de Santiago, patrocinado por la Comunidad de Madrid. Especificaba los kilómetros restantes a Santiago de Compostela, 649. En este punto las flechas marcan un camino amplio hasta el Cementerio de Colmenar Viejo, que le alcancé en una hora más. En este trayecto comenzó a darme el sol por la espalda cosa que agradecí, al templarme el animo enfadado de la última mojada. El paisaje es maravilloso, al frente se tiene la sierra de Guadarrama y a nuestro alrededor dehesas con ganado vacuno, que no nos abandonarán hasta llegar a destino, Manzanares el Real. En la sierra pude distinguir el Alto de Guarramillas (Navacerrada), la Maliciosa, Cabezas de Hierro y Valdemartín. El optimismo volvió por lo agradable de la mañana y por un aire limpio. Ni una sola nube se distinguía. 

Al cabo de dos horas, mi piernas llegaron al cementerio donde se inicia una fuerte subida por carretera que nos lleva a la ermita de Santa Ana. Aquí hay un cartel anunciador del GR.10 donde se especifican los caminos y senderos incluido él de Santiago. El camino atraviesa Colmenar. En la Iglesia dedicada a la Asunción de María hice una parada a rezar, apenas 5 minutos que me permitió ver las tres naves con bóvedas de crucerías. Destaca la torre de base cuadrada. Un hermoso templo del siglo XV. 

En un bar paré a desayunar y reposar un rato. Tomé un café con leche y dos porras. Me cobraron 1,50 euros y me pareció un poco caro, el local era una vulgar churrería con una barra donde servían bebidas, y de ninguna manera un local de lujo, el servicio era francamente deficiente. Pero bueno desde que hemos cambiado al euro cualquier precio es posible, imagino que con el tiempo la gente pondrá en su sitio los locales que se han “subido a la parra”. 

Después de pasar unas urbanizaciones nuevas, la señalización nos lleva a un camino que baja hasta la carretera C-607, hay varios cruces perfectamente señalizados y él más significativo se encuentra a un kilómetro, teniendo que tomar en este la desviación de la derecha.  

En este trozo entablé conversación con un muchacho que iba con una niña en su carrito. Me comentó que vivía en Colmenar y que su calidad de vida había aumentado desde que se encontraba viviendo aquí, sin ningún esfuerzo tenía contacto directo con la naturaleza y si quería disfrutar de la ciudad en 30 minutos estaba en el centro de Madrid.  Este trayecto es muy agradable, a derecha e izquierda las instalaciones ganaderas te acompañan encajonado entre dos vallas de piedra de granito. Tuve que quitarme el chubasquero, el calor era considerable. En media hora llegué al cruce de la carretera de Colmenar-Cerceda con el río Manzanares, el cual atravesé por un puente. Desde aquí nos esperan una hora y tres cuartos de subida constante, aunque nunca brusca. Este paseo se realiza por una vía pecuaria vallada a ambos lados. Elementos significativos son la explotación ganadera “La Venta”, a 10 minutos del puente, y 50 minutos después, y a la izquierda del camino, la finca Valderrevenga.  

En este trayecto me encontré  con un par de ciclistas, 6 motoristas que iban a toda velocidad metiendo ruido y levantando polvo (muy desagradables), 2 “quad”, creo que se llaman así esos vehículos que tienen 4 ruedas, que también metían excesivo ruido; y un par de todo terrenos, es decir, más polvo a tragar. Este trozo va entre enormes fincas ganaderas, algunas de toros bravos. Pese a todo el ruido y polvo, la mañana era perfecta para pasear. Las dehesas y las montañas nevadas del fondo forman un entorno de incomparable belleza a muy pocos kilómetros de una gran ciudad como Madrid. Estoy encantado de poder pasear conociendo parajes dignos de ser conocidos. 

Un kilómetro y medio después de la finca Valderrevenga el Camino tuerce a la derecha, empinando la ruta hasta una cota existente a 1 kilómetro. Desde la misma es posible ver ya el pantano de Santillana y el pueblo de Manzanares el Real.  El pantano estaba un poco escaso de agua debido a la sequía. El Parque Natural de la Pedriza son las murallas de este hermoso pueblo de dos castillos, uno en ruinas y desconocido, y el otro reformado y famoso. 

Ya sólo queda la bajada que se realiza en apenas media hora. La realizaremos por un camino señalizado perfectamente por las flechas amarillas hasta que llegamos al puente que  cruza el pantano. Desde el puente en 20 minutos se llega al cruce de la carretera que va de Soto a Cerceda. Un poco más allá cruzamos un puente sobre el río Manzanares, que nos da la entrada al pueblo. 

A la plaza del pueblo llegué justo cuando aparecía el autobús de la 13:15 con destino Madrid. Así que sin tiempo ni para un refresco me subí al mismo. Las terrazas de los bares estaban llenas de gente tomando un sol tremendamente agradable. Me tentó la idea de esperar al siguiente bus y poder sentarme en una de esas maravillosas sillas. Pero el llegar pronto a casa fue más estimulante. Era un bus de doble longitud, con una especie de muelle a la mitad. Este bus hace múltiples paradas y tarda unos 50 minutos en llegar a Plaza Castilla. Aunque cuando me subí sólo estaban ocupados algunos asientos, cuando pasamos Colmenar Viejo estaba casi lleno. El tiempo de autobús lo aproveché para tomar algunas notas del recorrido y para comer la bolsa de panchitos, el hambre empezaba a apretar. A las 15:30 ya me encontraba en casa dispuesto a una ducha reparadora y a una buena siesta. 

Aunque  estaba cansado, era mucho menos que la semana pasada. Los números del día son los siguientes: -        

Fecha  .- 2 de febrero del 2002.-         Pasos.- 34.310.-        

Kilómetros.- 24,02.-        

Tiempo andando.- 5 horas y 20 minutos. 

Como resumen se puede decir que es un paseo maravilloso entre dehesas de ganado bravo y con vistas a la Sierra de Guadarrama.

Primera jornada: Puerta de mi casa hasta estación de Tres Cantos

Primera jornada: Puerta de mi casa hasta estación de Tres Cantos

Puerta de mi casa hasta estación de Tres Cantos  

 El despertador empezó a sonar a las 6 y 20 de la mañana del día 26 de enero del año 2002. Mi cuerpo se resistía a salir de entre las sábanas, toda la semana levantándome a esta hora maldita y hoy otra vez. Estos pensamientos duraron un momento, enseguida caí en que hoy era el día en él que comenzaba mi Camino. Me levanté, me aseé y enseguida estuve preparado con los bártulos. Mientras tomaba un vaso de leche, medité el recorrido a seguir, decidiendo alcanzar Atocha y desde ahí seguir el Paseo del Prado y la Castellana hasta Plaza Castilla. La guía aconsejaba iniciar el camino en la iglesia de Santiago, pero a mí no me apetecía coger el autobús y el metro para acercarme hasta ahí, y luego comenzar el paseo, prefería iniciarlo directamente y no desviarme. Esta tarde ya me acercaría a realizar la visita oportuna al Santo, cosa que me parecía una obligación al iniciar el Camino que lleva su nombre y ponerme bajo la advocación. 

A las 7 horas y 7 minutos comencé el Camino subiendo la calle Méndez Álvaro con unas calles medio vacías. Era de noche y la niebla lo cubría todo. No hacía frío pero sí bastante humedad. Los primeros pasos se hicieron pesados al ser de noche. En un cuarto de hora me encontraba en Atocha, Glorieta de Carlos V, he inicié el recorrido por el Paseo del Prado, el Paseo de Recoletos y por fin por el Paseo de la Castellana. Pasé por las plazas de Neptuno, Cibeles y Colón. En una hora me encontraba en la Plaza de Colón y todavía era de noche, en este recorrido me encontré con gente que volvía de la juerga nocturna del viernes.  

En la siguiente hora continué por el Paseo de la Castellana recorriendo la Plaza de Emilio Castelar, Nuevos Ministerios, el estadio Santiago Bernabeu y por fin la plaza de Castilla con sus dos enormes torres inclinadas formando la llamada Puerta de Europa. Eran las nueve menos cuarto cuando decidí entrar en un bar a tomar un café y un croissant, y a evacuar aguas menores. Desde que había salido de casa todo el recorrido aunque de una forma suave tiende hacia arriba. El desayuno que tomé de pie duró apenas 15 minutos pero me devolvió el optimismo. 

Nada más salir del bar llegue a  Plaza Castilla, donde vi a bastante gente preparada para ir al campo, llevaban mochilas con palos extensibles y caras de optimismo. Pensé que ellos todavía no habían comenzado el paseo y yo ya llevaba 2 horas andando. Ellos esperaban reunirse para marchar a la estación de Chamartín y desde allí coger el Cercanías que va a la sierra. 

Enseguida note que el recorrido empezaba a llanear. Todo el recorrido hasta aquí había ido por el lado derecho según se sube a Plaza Castilla, pasada la plaza crucé al otro lado pues según la guía había que pasar por la calle anterior al Hospital de la Paz. Rápidamente alcancé la Ciudad Deportiva del Real Madrid y, ¡sorpresa! La primera flecha amarilla. Esta está pintada en el muro de piedra de la Ciudad Deportiva. Mi ánimo se levantó al confirmar que estaba en el buen camino. La flecha es un acompañante constante que da seguridad, cuando se lleva un rato sin encontrarla se duda y se intranquiliza el caminante. 

Nada más terminar la Ciudad Deportiva torcí a la izquierda por la Calle Arzobispo Morcillo, di la vuelta por detrás y mantuve a mi derecha el Hospital de la Paz. Cuando terminé la calle Pedro Rico me esperaba el puente de la Colonia Begoña que pasa sobre la autovía de Colmenar Viejo. Las flechas amarillas te llevan por el camino correcto. Después del puente por la calle San Mateo alcanzamos el otro gran Hospital del recorrido de hoy, el Sanatorio Ramón y Cajal. Avancé manteniendo a la derecha las Urgencias y posteriormente el edificio de Consultas Externas. Este recorrido te lleva entre el Hospital y la Autovía de Colmenar. Con estas en cinco minutos llegué a la avenida del Cardenal Herrera Oria, la atravesé al lado de la fábrica de Clesa. Las flechas te llevan por entre las casas del Poblado Dirigido de Fuencarral y unas pantallas acústicas que aíslan del ruido del ferrocarril y de los coches. Son trescientos metros no demasiado agradables. 

La ruta continua por la calle Caldas de Estrach hasta las pistas de la Federación de Tenis de Madrid, al final de las instalaciones y tras subir un pequeño terraplén llegué al Paseo de las Alamedillas y por el paseo central de un parque al puente que permite cruzar la Autovía. En este punto llevaba tres horas de paseo y se puede considerar que finaliza la ciudad de Madrid. Crucé el puente, que tiene un intenso tráfico, y por la carretera que lleva al Pardo me dirigí a las tapias del Cementerio de Fuencarral. Todo este trozo se realiza por  las obras de urbanización del Pau “Monte Carmelo”. Ya están muy avanzadas y  se va todo el rato por aceras. Esta urbanización en poco tiempo (tres o cuatro años) se convertirá en una barriada de más de 25.000 personas, es enorme el terreno urbanizado, de momento están introduciendo las canalizaciones y realizando las parcelaciones y asfaltados. 

Seguí la tapia del Cementerio y cuando debía girar a la izquierda para ir a parar a un puente que pasa por debajo de la M-40 y de la vía férrea, encontré que el camino era un barrizal increíble formado por los camiones de hormigón. Esta zona la emplean para ir al lugar donde realizan la masa de cemento y arena. Intenté meterme pero el barro llegó a media bota, así que un poco cabreado decidí continuar por la zona urbanizada y luego retroceder por un sitio mejor. Llegué hasta una plazoleta de giro de coches donde terminaban las tierras removidas y por un terreno con vegetación alcance rápidamente un camino que se dirigía a las vías del tren. 

En este camino encontré un pobre galgo al que se le podía distinguir todo el costillar. Me miró con cara asustada. Es una pena la falta de corazón de la gente al abandonar a estos animales. 

Alcancé enseguida otro camino que iba paralelo a las vías férreas, vi un puente de piedra a la derecha, al cual me acerque intentando buscar las flechas amarillas. Al no localizarlas retrocedí y continué por el camino paralelo a las vías en dirección al Cementerio. Pasé otro puente pero continué hasta el túnel que pasa por debajo de las vías del tren y de la M-40. La vuelta que di me había hecho perder media hora. Continué de frente por un camino que me creaba alguna duda pues no distinguía las flechas, desde este punto las flechas son más escasas al no haber muchos sitios donde ubicarlas. Un poco más adelante me equivoque en una bifurcación, me fui a la izquierda cuando el camino bueno es a la derecha.  Enseguida recuperé el camino bueno. La ruta es una ascensión suave de varios kilómetros hasta que se alcanza la valla del Pardo. Se está rodeado de viñedos y de alguna finca vallada. Es un cambio muy brusco el contraste de estar rodeado de coches y de edificios a estar en un paisaje de suaves lomas solitarias. 

El tiempo continuaba nublado, y sin perspectivas de salir el sol, y me encontraba bien físicamente. Mi cabeza fantaseaba al tiempo que buscaba las flechas amarillas. 

Al poco rato encontré la valla del Pardo la cual hay que tenerla constantemente a nuestra mano izquierda y no abandonarla hasta el Goloso. Enseguida el camino te encajona entre la valla y las vías del tren durante varios kilómetros. A mitad de este recorrido hay un puente que atraviesa las vías, el cual hay que evitar (no sé por qué pero como la guía lo dice yo lo repito aquí). Después se llega a una explanada donde hay una puerta cerrada que da acceso al monte del Pardo y desde donde se divisa ya el apeadero del Goloso. La vía se lleva en este momento a la izquierda. 

En el apeadero del Goloso busque la máquina de refresco que indicaba la guía pero fue imposible encontrarla así como tampoco a persona alguna. Eran las 12 menos cuarto cuando llegué y decidí hacer el segundo descanso del día sentado en uno de los bancos de la estación. Me tomé uno de los bocatines que llevaba junto con un buen trago de agua. Apenas estuve 20 minutos sentado. En ese tiempo llego un tren del que bajaron tres muchachos, dos que iban Canto Blanco y uno que se dirigía andando al Pardo, este me preguntó el recorrido y le indique el camino contrario al que yo había llevado. Desde aquí sólo hay 12 kilómetros al Pardo, un paseo que debe ser muy agradable al transcurrir entre encinas, yo había hecho un tercio del mismo cuando caminé entre la vía férrea y la valla. 

Desde aquí se sigue el camino entre la vía férrea y la autovía. En bastantes tramos coinciden con el nuevo carril de sólo bicicletas. Se pueden ir observando las señalizaciones de la carretera, primero la salida del Cementerio, luego la salida Norte, después la salida Centro y por fin la salida Sur. En total son unos seis kilómetros animados por los ciclistas. Únicamente el tramo desde la salida Norte hasta la salida Sur que se hace por carretera molesta un poco a los pies.  A estas alturas las fuerzas ya van bastante justas y los pies empiezan a doler. 

Desde la salida Sur se ven las instalaciones de Siemens y el tren de cercanías al otro lado de la autovía. Al tren se accede a través de un puente de peatones que va a dar en la parte trasera de la estación a la que hay que acceder pasando por debajo de las vías doscientos metros más abajo. Allí cogí el billete para Atocha

Los números del día son los siguientes: -        

 Fecha  .- 26 de enero del 2002.-        

 Pasos.- 36.811.-        

 Kilómetros.- 25,768. -        

Como resumen puedo decir que es un paseo variado al transcurrir durante 8 kilómetros por las calles principales de Madrid, durante 4 kilómetros por una barriada de Madrid y durante el resto por suaves lomas de tierras calizas dedicadas a la agricultura y a la ganadería con algunos encinares. A las 14:30 ya me encontraba en casa de nuevo. Cansado pero satisfecho por lo realizado. Una buena comida, una ducha y una buena siesta me recompusieron para acercarme a las 19:30 a la Iglesia de Santiago y así cumplir con la promesa de inicio de peregrinación.
 

CAMINO DE SANTIAGO DESDE MADRID (Prólogo)

CAMINO DE SANTIAGO DESDE MADRID (Prólogo)

 CAMINO DE SANTIAGO DESDE MADRID (Prólogo)

(Viaje iniciado el 26/1/2002)  Entrega 1ª (28/5/2006) 

                 Disertaciones sobre el inicio de la aventura 

 El primer viaje a lo largo del Camino de Santiago me ha creado un “mono” especial. Muchas veces me encuentro a mí mismo rememorando ese recorrido de una semana que se produjo en Agosto del  2001. Fue un placer agotador y vivificante. El Camino tiene un enganche especial. Es un periodo de tiempo donde los problemas diarios desaparecen y comienzas una nueva vida, los conflictos se ajustan a los que crea el Camino y desaparecen los que existían antes y los que se piensa que sucederán después. Es un paréntesis en una vida.  El esfuerzo es considerable, pero también halagador, pues consigues metas físicas impensables antes de comenzarlo. Creas una distancia con la vida diaria que te hace reconsiderar muchos de los actos y vivencias realizados hasta ese momento. El Camino es nacimiento y distancia. Es muy corriente oír a gente que lo ha realizado que era un antes y un después. Este nuevo reto en mi vida se inicio leyendo en internet la página de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Madrid, en ella se describía el recorrido desde Madrid a Sahagún. Me captó la idea de poder salir desde mi casa y en el mismo día encontrarme recorriendo el Camino. También me ilusionó recorrer el valle de la Fuenfría en el Camino después de haberlo recorrido cientos de veces sin otra finalidad del placer de disfrutar de la montaña madrileña. Así mismo me serviría para coger la forma necesaria para a primeros de Junio realizar el Camino desde Roncesvalles. 

Estos pensamientos e ilusiones me llevaron a la calle Carretas número 14 y afiliarme a la Asociación de Madrid. Me recibieron dándome de nuevo una charla sobre el Camino de Santiago, esta vez fue menos numerosa, apenas 5 personas y dos monitores, y mucho más participativa. En la anterior, la habitación estaba a rebosar y me costo más de media hora entrar, en esta la entrada fue directa. Cuando salí de la reunión manifesté la intención de asociarme. Me recibieron con los brazos abiertos. Era el 15 de enero del 2002. También conseguí la guía “Camino de Madrid a Santiago de Compostela”. Con ella en la mano y con gran ilusión decidí comenzar la andadura cuanto antes.

 Con el objetivo en la cabeza me propongo dedicar cuatro fines de semanas para ir acercándome a Segovia y luego desde allí avanzar de forma continua hasta Santiago. No tengo prisa en finalizar el paseo, me gusta que los placeres duren y este es uno importante. Ir despacio respirando el ambiente de los pueblos y tierras que caminas es intentar vivir la realidad de las gentes que viven en esos parajes.  Me atrae lo poco conocido de la ruta y él encontrarme en cantidad de momentos en soledad conmigo mismo. Fue desastrosa la experiencia del año pasado, cuando encontré en la etapa Puente de la Reina a Estella a cientos de personas haciendo el Camino y compitiendo por llegar al albergue antes que los demás. No importaba disfrutar del recorrido solo encontrar una cama al final del día. En este recorrido al saber la escasez de albergues no hay prisa en llegar pronto a los puntos de destino. Siempre nos estará esperando el albergue, hostal, camping o bóveda celeste. Tampoco estoy dispuesto a realizar grandes etapas, creo que con 25 o 30 kilómetros diarios es suficiente, me interesa ir despacio descubriendo las maravillas del paseo. Mañana iniciaré el recorrido e iré describiendo poco a poco mis experiencias y mis paseos. Pero bueno, las cosas se inician paso a paso y la primera etapa ya está ahí. 

El equipaje intentaré que sea ligero, en estas primeras etapas en las que iré y volveré a Madrid en el día, me limitaré a llevar algo de comer y de beber, una gorra y la ropa de abrigo necesaria para la época del año. Supongo que con 3 o 4 kilos será suficiente. Más adelante cuando pase Segovia y necesite emplear más tiempo tendré que incrementar peso y cachivaches. De todas formas intentaré no sobrepasar los 8 kilos. Después de esta disertación creo que es el momento de iniciar la aventura.